Tusquets, el incomparable
Juli Capella
Babelia. El País, Junio 1998
Presentó su libro Todo es comparable con una exposición en la Sala Vinçon de Barcelona donde vendía reproducciones en color de sus cuadros al óleo. Se trataba de poner en práctica uno de sus capítulos titulado “El fetichismo de la obra de arte original”, donde elogiaba la copia para mayor goce del espectador. “¿Por qué apelotonarse en el Louvre para ver la Gioconda entre apretujones y tras un cristal blindado que refleja cientos de japoneses tirando fotos?”
Así, de una forma incisiva y viperina, Oscar Tusquets (Barcelona, 1941, arquitecto, diseñador y pintor) va desgranando una serie de pensamientos dispersos que gravitan alrededor de la cultura y el arte, pero apoyados en asociaciones de ideas con el deporte, vagones de trenes, duchas jacuzzis, ordenadores que juegan al ajedrez o tilos plantados en 1700. Todo vale, toda comparación es oportuna siempre y cuando sorprenda y haga reflexionar. Eso lo aprendió Tusquets de su maestro Salvador Dalí, para quien El Greco era comparable a un caracol, ese animal insípido que adopta cualquier sabor y que fuera de su caparazón adquiere la típica languidez de los personajes del pintor.
Tusquets da varapalo a los grandes museos de exaltación nacional y reivindica las pequeñas casas de placer; se aventura a proponer que los templos griegos no deformaban sus proporciones por razones estéticas sino funcionales: simplemente para desaguar. Se lamenta de que las restrictivas reglamentaciones hayan acabado con las antaño imaginativas escalinatas. Apareja los edificios inteligentes con los arquitectos tontos. Ironiza sobre el supuesto exceso de diseño, echando una ojeada alrededor y descubriendo la cantidad de objetos que aún no funcionan.
Eleva al chupa-chups, la fregona y la oliva rellena al estrellato del ingenio hispano; y compara el fútbol y el basket, “metáforas incruentas de una batalla”, a proyectos arquitectónicos. Si en su primer libro Más que discutible Tusquets descubrió su capacidad de explicar ocurrencias conectando con el público, en éste ha ganado en atrevimiento y riesgo. Por un lado ideas fuertes políticamente incorrectas, y por otro, un lenguaje directo y ameno que cuenta con una corrección de estilo de lujo de Eduardo Mendoza y que ha logrado arrancar el siguiente piropo del crítico Quim Monzó: “Ideas frescas, inteligentes, descaradas. Un hombre que piensa por libre”.
Tusquets tras ejercer de enfant terrible durante la gauche divine, practicar el diseño minimal, y destapar la posmodernidad en nuestro país, ha decidido que es momento de soltar la lengua y demostrar que las comparaciones, lejos de ser odiosas, son fuente de creatividad. Todo tiene que ver con todo, lo difícil y por tanto admirable es saber relacionarlo: “es falso que la obra de un artista no tenga nada que ver con su calidad humana, falso que los negocios no tengan nada que ver con la amistad, falso que el sobresaliente con el que calificamos a aquella bellísima estudiante fuese del todo independiente de su apariencia...” Ya nos lo temíamos, pero Tusquets se atreve a reconocerlo.
Un libro que se añade a la obra de un personaje incomparable. Aunque si nos ponemos a pensarlo, seguro que encontramos alguna comparación.