Crítica Divina
Juli Capella
Babelia. El País, Febrero 2001
Dios lo ve, el último libro de Tusquets reivindica la creación artística como un acto que trasciende la recompensa terrenal.
A Oscar Tusquets le importará un pito esta crítica de su libro. Según argumenta vehementemente en sus páginas, los artistas no deben trabajar para el público, y mucho menos de cara a los críticos. En última instancia hacen su labor para obtener el reconocimiento de un ente espiritual y superior.
El libro arranca con una anécdota: al parecer el arquitecto inglés Sir Edwin Lutyens riñó a uno de sus colaboradores por el descuido en la composición de una fachada. Este le respondió que no valía la pena esforzarse puesto que nadie iba a verla, al quedar oculta tras la fachada de un patio interior, a lo que el maestro le espetó impasible: “Dios si lo ve”. A partir de ahí Tusquets se adentra en diversas disciplinas que le son cercanas, como la arquitectura, la jardinería, la ingeniería y la pintura, y se aventura en otras como la escultura, el toreo, o el cine, para demostrar con agudas observaciones que siempre ha existido el afán por la perfección creativa, más allá de los límites de la apreciación humana. Que el reconocimiento terrenal, la fama, el dinero, no han podido jamás igualar la felicidad de haber hecho lo que la íntima convicción aconseja. Como si alguien en el más allá, valorase el sufrimiento, los descartes, los experimentos, el sacrificio del creador. ¿Para ojos de quién esculpía Fidias los frisos del Partenón, meticulosamente detallados en su parte posterior imposible de ver y situados a 12 metros de altura? Otros personajes, desde Miguel Angel, Velázquez, Picasso, Antoñito López, David Hockney o Curro Romero van desfilando para ser escrutados en su vocación artística para descubrir que siempre siguieron un misterioso impulso invisible para sus coetáneos.
El libro se cierra con un capítulo dedicado a su amigo Salvador Dalí, con quien Tusquets colaboró durante años. Pero su discurso parece que no encaja con los anteriores, el estilo se vuelve telegráfico y sincopado, como si el tema sugiriera al autor un desordenado aluvión de reflexiones. Además, Dalí trabajaba aparentemente de cara a la galería, como si representara su papel en un teatro, en absoluto a los ojos de Dios… ¿o tal vez sí? Lo sabremos pronto, porque en estos momentos Tusquets está escribiendo el que será su cuarto libro, sus vivencias con el divino surrealista del Ampurdà.
Es un hecho insólito que un arquitecto y diseñador como es Oscar Tusquets (Barcelona, 1941) escriba —incluso venda— libros de ensayo que no traten de arquitectura. Tras el debut con Más que discutible (Tusquets Editores, 1994) siguió Todo es comparable (Anagrama, 1998) que junto con el que nos ocupa, forman en realidad parte de un mismo discurso que va in crescendo. Eduardo Mendoza, que ha ejercido de corrector de lujo de los tres manuscritos, explica en el prólogo que Tusquets es incorregible, porque tiene muy claro lo que dice y porque vale la pena conservar su estilo directo y desconcertante: “Su forma de ver las cosas tan sencilla y tan vital nos pilla por sorpresa y, en la medida en que sacude nuestros hábitos y cuestiona nuestros criterios, resulta estimulante en grado sumo.” Dios lo juzgará.