Durante la década de los treinta, Dalí llenó cuadernos enteros de bocetos con diversas propuestas de muebles que le hubiera gustado ver en el cine, utilizar como soporte publicitario o tener en su casa. Se trataba de objetos de alto contenido simbólico y refinado valor formal.
Ya en vida de Salvador, Robert Descharnes y yo habíamos hablado de la posibilidad de producir algunos de estos diseños dalinianos, que, por diversos motivos, Salvador no había podido realizar en su momento. Años más tarde, entre cientos de croquis dalinianos de diseños para ejecutar junto a Jean Michel Frank, escogimos con Robert los de reproducción más viable.
El precedente de estos objetos fue el sofá Dalilips que realicé junto con Dalí para la Sala Mae West del Museo de Figueres. Durante esta colaboración me di cuenta de que Dalí era un gran pensador, casi un artista conceptual. A él no le gustaba intervenir en los detalles que normalmente dejaba para mí. Tras el Dalilips, la puerta quedó abierta a futuras colaboraciones entre las que se encuentra esta colección realizada veinte años después.
En el caso del silloncito y la mesa Leda el margen de interpretación era mucho más limitado pues no partíamos de un croquis sino de una pintura ultrarrealista del Maestro que suministraba una información detalladísima.
Creo que, con la realización de este proyecto, Robert, yo y el escultor Joaquim Camps, nos acercamos mucho a lo que Dalí hubiera hecho de poder controlar estos diseños. Dalí decía que lo mejor en su obra eran las ideas y lo peor la realización. Tuvo incluso la ocurrencia de vender ideas a precios altísimos dentro de sobrecitos, como si se tratase de una tómbola. Nosotros heredamos uno de estos sobrecitos y lo hicimos realidad.
Todos estos diseños cuentan con el beneplácito de la Fundación Gala Salvador Dalí.