Las dos plantas superiores más la planta semisótano de este edificio estaban destinadas a albergar nuestro estudio de arquitectura y diseño, mientras mi vivienda ocupaba -y aún ocupa- la planta baja. Un espacio de doble altura, iluminado por una amplia vidriera orientada a norte y una claraboya en su centro, era el corazón del estudio. En la amplia mesa de este espacio hacíamos las maquetas. En cada “capilla” perimetral se desarrollaba un proyecto distinto. Mi despacho, el de Carles Díaz, el de Secretaría de nuestras secretarias, la biblioteca y el taller de diseño y prototipos ocupaban la planta superior. El Departamento de Informática, que en esos años trabajaba con mucha independencia al resto del estudio, estaba ubicado en el semisótano. Arriba hacíamos anteproyectos, abajo proyectos ejecutivos. En estos espacios llegamos a trabajar unas 35 personas en perfecta armonía.

Esto fue así desde 1992 hasta que la crisis de 2008 nos obligó a una dolorosa reducción de personal y a poner este espacio en alquiler.