Las esculturas grandotas de Mariscal.

Marzo 2006

Para el catálogo Mariscal en el IVAM.

 

Chavi siempre ha hecho esculturas, como ha hecho cómics, pinturas, murales, muebles, películas, teatro… En una señalada ocasión, haciendo gala de su atrabiliaria generosidad, me regaló una escultura de las que había expuesto en la sala Vinçon. Eran todas de espuma rígida de poliuretano con una pátina que imitaba bronce. La mía era un bodegón con una botella, una copa y un cenicero de Martini & Rossi. Al cabo de un tiempo, Chavi me telefoneó para consultarme si estaría dispuesto a prestarle la pieza para fundir tres ejemplares en bronce. Me ofreció uno de estos bronces y restituirme el poliuretano original. Naturalmente, acepté encantado el imperecedero bronce (aún permanece impertérrito, cada día más bonito, en nuestro jardín), policromado a mano por el propio artista, y le comuniqué a Chavi que se podía quedar el efímero “original”… que sabe Dios en qué estado se encontrará hoy. 

Pero Mariscal también hace esculturas grandes, muy grandes, monumentales. Esculturas que definen y personalizan un espacio, sea éste interior -el enorme ciprés de Bilbao- sea un espacio urbano -el Cactus de Valencia, los Pinos de la Pineda-.

Su primera escultura urbana fue la famosa Gamba -que no es una gamba, que es una cigala- que se asentaba sobre uno de los chiringuitos del Moll de la fusta de Barcelona. Los chiringuitos, producto de la ingenuidad voluntarista de proyectistas y políticos,   se demostraron inviables y desaparecieron, pero la gamba, convenientemente restaurada, se ha recolocado en su lugar donde convive, muy dignamente, con el vecino Liechtestein. 

A mí, las esculturas grandotas de Mariscal me gustan mucho: me gusta el Crash, me gusta el ciclópeo Ciprés, los airosos Pinos de chapa frente al mar, y me gusta particularmente la refulgente Mamá Cactus con sus cactus reales apareciendo, diminutos, de sus entrañas. Hay que tener en cuenta que esculturas monumentales contemporáneas que mantengan una cierta dignidad en espacios urbanos hay muy pocas: descartadas -por razones objetivas y por fijación personal- las no figurativas (con la excepción de algún Calder), descartadas las kitsch-realistas (tipo matritense), nos quedan las de Moore, las de Oldenburg, el Dolmen de Dalí… y alguna más que en este momento no me viene a la memoria. 

En repetidas ocasiones, con Chavi, además de profundizar  en el tema de nuestras parejas de vástagos gemelos (donde yo estoy en franca desventaja, pues es difícil imaginar un padre más divertido para los niños que el niño que es Mariscal), nos hemos referido a la posibilidad de colaborar en algún proyecto arquitectónico. Espero y deseo que la construcción de una estación para la Metropolitana di Napoli nos ofrezca, al fin, esta arriesgada pero atractiva oportunidad.