Toni Cumella, el artista que mejora las ideas.

Agosto 2000

Para el libro dedicado al ceramista


El padre de Toni fue un gran y reputadísimo ceramista, uno de los que traspasaron la frontera, sutilísima, entre artesanía y Arte. Toni, que aprendió a amar esta bella profesión desde muy niño, difícilmente podía superar a su progenitor, a no ser que desplazase ligeramente su centro de interés.
    En cierto sentido, Toni se encontraba en situación parecida a la que, en su momento, tuvo que afrontar Mariano Fortuny y Madrazo, que, consciente de la imposibilidad de superar a su padre como pintor, amplió su área de interés a otras disciplinas -escenografía, diseño de vestuario, de muebles y lámparas, fotografía- en las que iba a alcanzar un grado de excelencia equiparable al de la pintura de su progenitor.
    Toni decidió que su camino no era el de realizar obras artísticas en solitario, si no el de colaborar -con su profundo conocimiento de las posibilidades de la tierra cocida, con su técnica y con su talento- en obras de otros artistas. No se trata de que Toni carezca de creatividad artística -sus magníficas obras fotográficas atestiguan lo contrario-, se trata de que ha preferido orientarla en otra dirección. En una actitud de colaboración que le acerca mucho al trabajo en equipo al que tan acostumbrados estamos los arquitectos. Por esta razón, Toni, ha tenido una excepcional relación artística y profesional con tantos y tan buenos arquitectos.
En las obras de restauración de edificios antiguos, el contar con la colaboración de un profesional con unos conocimientos tan profundos en esta técnica milenaria, es, no sólo una ayuda, es un auténtico lujo. Su colosal ti-abajo en la reconstitución del trencadis del banco del Parque Güell -esta genialidad inconmensurable de Jujol- basta para demostrar lo que digo.
    Sin embargo no son estos trabajos, de gran mérito, los que más me interesan de Toni, ni los que han centrado nuestra colaboración de muchos años. El auténtico talento de este artista no se manifiesta en toda sus posibilidades cuando se trata de reproducir; lo hace cuando se trata de inventar. A pesar de que nuestro Estudio se ha ocupado de algunos proyectos muy comprometidos de restauración, y de que la colaboración en los mismos de Toni ha resultado siempre perfecta, no son estos trabajos los que se me vienen a la cabeza cuando recuerdo nuestra comunión artística.
    Lo que recuerdo con mas intensidad y placer es la creación de una pieza para recubrir los cantos de los forjados, de otra para abrir ventilaciones en fachadas, de otras para resolver encuentros insólitos en piscinas (nunca azul cielo, siempre muy oscuras), de una gárgola, de una inscripción conmemorativa cuyas letras parecen emerger de la propia pared de ladrillo, o de la fuente del jardín de Villa Andrea (donde trabajamos al alimón, modelando la pasta de gres, Toni, el escultor Juan Bordes, y yo mismo). También pienso en una serie estrambótica de platos y cuencos que llevamos creando desde hace tiempo y a la que, poco a poco, vamos añadiendo piezas.
    En todos estos proyectos, Toni aporta esta excepcional combinación de profundo conocimiento y respeto por la tradición, por un lado, y de curiosidad y sincero interés por el progreso, por el otro.Toni es así. A la vez que trabaja respetando temperaturas y esmaltes de tradición antiquísima, pone en marcha su horno, a altas horas de la madrugada, desde su casa, a través de la línea telefónica, mediante su modem. A la vez que realiza bellísimas ampliaciones de sus fotografías en blanco y negro, que parecen de principios del siglo XX, posee el último modelo de cámara digital, y la utiliza con absoluta naturalidad y desparpajo. Por esto, y por su carácter, es un gozo trabajar con él.