Manolo zapatero prodigioso.
Julio 2004
Marie Claire
Un capítulo de mi libro Más que discutible, que analiza lo poco racional que es lo natural, lleva la siguiente dedicatoria: "A Manolo Blahnik, prodigioso zapatero español; un artista que no precisa del soporte institucional".
Una parte del texto en cuestión trata de los zapatos de tacón alto, como ejemplo sublime de diseño absurdo y coercitivo, por lo que la dedicatoria está más que justificada.
No conozco personalmente a Manolo aunque sí a su hermana, tan digna y gallarda en su mágica zapatería pompeyana de Old Church Street, a la que invariablemente mi mujer me arrastra tras aterrizar en Heathrow, con la excusa de que queda camino del hotel; pero a pesar de no conocerlo, aprovechándome de algún amigo común, como Míriam Gómez y Guillermo Cabrera Infante, me atreví a solicitarle algún dibujo para ilustrar el texto en cuestión. Por este motivo mantuvimos unas agradabilísimas conversaciones telefónicas -él, que estaba descansando a bordo de un barco sardinero en el Atlántico, me hablaba con su característico acento canario-, y poco más tarde recibí dos espléndidos originales de su última colección.
Una vez reproducidos y publicado el libro nos dolía bastante tener que devolver tan bellos dibujos, circunstancia que decidí explicar al Maestro, con toda sinceridad, en una carta. A vuelta de correo el gran Manolo Blahnik me contestó que evidentemente podía quedarme con sus originales y que se sentía muy honrado de que un profesional que él admiraba tanto se lo solicitase.
Ultimamente me quejo con amargura de que, a medida que nuestra profesión se va aproximando al star system propio de los modistos, vamos también adoptando las actitudes histriónicas, vedetistas y groseras que se acostumbran a asociar a esta profesión; Manolo me ha demostrado que los diseñadores no tenemos ni siquiera esta excusa.
En fin, todo lo que hace este creador me gusta: me gusta su tienda con los zapatos delicada y descuidadamente apoyados en zócalos y repisas, me gusta su resistencia a vulgarizarse, a ceder a las presiones de los dictados del marketing, que no se obsesione por ampliar sus puntos de venta, que elabore tan pocos ejemplares de cada modelo -casi nunca encuentras el que deseas en el número que precisas-, que sea capaz de entretenerse a diseñar un zapato especial para la boda de una amiga, me gusta su permanente espiritu juguetón y cargado de humorismo, sus zapatitos ingenuos de cristal para Cenicienta o sus creaciones perversas para Cruella De Vil; y sobre todo me gusta, mejor, me fascina, su oscuro y fantasioso erotismo.