Estimulante

Ana María Moix. Escritora. Barcelona, 1947

 

Entre tanta palabrería hueca y tanta pedantería, entre tanto pánico a caer en la discrepancia, el discurso de Oscar Tusquets -—ya sea oral o escrito— resulta en verdad estimulante. Leerle, escucharle, es enfrentarse a una serie de ideas que, lejos de responder al dictamen homologado por la anémica opinión generalizada, son fruto de una inteligencia y de una sensibilidad que, rehusando siempre las muletas de lo universalmente irrefutable, se lanzan a expresarse por cuenta propia. Su conversación, o sus libros, son la expresión entusiasta y singular (no en el sentido de extravagante, sino de “única”, “personal”, ya que es de las pocas personas que nos sorprenden con consideraciones que no hemos escuchado, leído ni pensado con anterioridad, aunque, con frecuencia, se trate de consideraciones que surgen del mero —¿mero?— sentido común) de una manera de pensar con la que podemos o no estar de acuerdo pero que, eso sí es seguro (¡y es tan infrecuente!), no nos dejará indiferentes. De ahí que el trato que Oscar Tusquets (ya sea trato directo, personal; o indirecto, es decir, a través de sus obras) sea sumamente estimulante, es decir, que —según el uso oficial de nuestro idioma— “incite, excite con viveza a la ejecución de una cosa, o avive una actividad, operación y función”. En resumen —y sustituyendo “cosa” y “actividad, operación y función” por pensamiento—, Oscar Tusquets incita, estimula, a pensar. Y pensar sigue siendo una de las actividades más placenteras a las que puede entregarse la criatura humana.