1. Nunca me ha interesado diseñar una vivienda unifamiliar si no podía, a la vez, controlar el jardín. El gran arquitecto de jardines español Nicolau Rubió i Tudurí nos explicó en la Universidad que el proyecto de un buen jardín comienza por colocar bien la casa. Siempre me han interesado los jardines pero este interés ha crecido con los años, creo que es una pasión propia de personas y culturas maduras.

2. El jardín era para mí, por lo tanto el cliente me puso pocas pegas, y creo que ha aceptado muy bien la obra. En este momento me resultaría muy doloroso apartarme de él. El jardín tiene una parte muy arquitectónica, un ortus conclusus escalonado, que recuerda una excavación arqueológica, rodeado de una masa de árboles de hoja perenne, que lo protege de los vecinos. El estanque “nadable” central es un homenaje a los jardines del Generalife y al arquitecto mejicano Luis Barragán. Pienso que este jardín es una de mis mejores obras, y una feliz colaboración con la paisajista Bet Figueras.

3. Para mí un jardín ideal es algo muy cercano al que nos ocupa: por esto lo hice así.

4. En nuestro clima el elemento más imprescindible es la sombra. En todos los climas: el misterio.

5. Nunca me preocupa si mi arte se inscribe en unas constantes patrias. No quiero raíces, ambiciono alas. Aclarada esta actitud, diría que si existiese un jardín español, éste sería el resultado de la mezcla de la tradición clásica y de la árabe.

6. Un jardín es la obra menos utilitaria, menos funcional, más poética, más espiritual, que puede hacer un arquitecto. Un jardín es un lujo, un exceso, un despilfarro de tiempo y dinero, un absurdo maravilloso, un calendario viviente, un templo..., y, desde luego, influencia a quien lo ama.