El País Semanal me pregunta qué estética busco en mi obra de proyectista. Como amante de las artes he llegado a la conclusión que para que una obra me emocione de verdad tiene que apoyarse en una de estas dos limitaciones: la representación o la función. De igual forma que en las artes figurativas, la relación entre lo plasmado y lo que representa puede afinarse lo que se quiera, a condición de que no se rompa, en las artes utilitarias podemos relativizar el peso de la función, podemos ironizar sobre ella, pero en cuanto la perdemos de vista, cortamos el cordón umbilical que nos da vida, caemos en la arbitrariedad, todo es posible y, con esta libertad absoluta, ya sabemos lo que le pasa al arte: se vuelve soporífero y para entendidos, "de vanguardia".