La Corset es una silla que empecé a estudiar diez años antes. Parece mentira porque, viendo el resultado final, se podría pensar que me salió de una tacada.

Diseñar otra silla apilable, con brazos y sin brazos, de carcasa de plástico y estructura metálica, que resultase original sin ser banal, era casi imposible, aunque lo intenté.

El recuerdo del insuperable Jacobsen siempre está por ahí, pero creo que resolví su única limitación –la adecuada introducción de los brazos– con bastante acierto.

 La inyección de plástico siempre acusa las diferencias de grueso que aparecen en una cara por la cara opuesta. Hice de la necesidad una virtud: los imprescindibles nervios de la cara posterior se hacían evidentes en la frontal convirtiéndose en el elemento que personalizaba el asiento, y justificando el nombre que al final acabó por tener la silla.

Tras la suspensión de pagos de la productora Amat, los propietarios de los moldes continuaron la producción de la silla sin respetar el contrato ni abonar los royalties pactados. No solo de la Corset sino de otras sillas notables de Jorge Pensi y de Javier Mariscal. Los tres (amigos y Premios Nacionales de Diseño) interpusimos un pleito que, tras largo proceso, ganamos, siendo un fallo histórico en defensa de la autoría de diseños originales.

(Fuera de producción)