Más de 200 obras (pinturas, esculturas, dibujos, objetos, libros…) junto con decenas de filmaciones extraordinarias (El Perro Andaluz de Buñuel, anuncios publicitarios, proyectos de teatro, performances con la espléndida Amanda Lear, actuaciones en directo por televisión para desmantelar a Piet Mondrian…) constituían un recorrido inédito y espectacular sobre la obra del genio ordenado cronotemáticamente.

Intentando superar las limitaciones impuestas por los tres comisarios designados por el Pompidou, fui el principal responsable de la Sala Mae, la Sala de Cine (con siete Dalilips blancos iluminados por dentro y convertidos en lámparas-sofás) y el espacio del cerebro que remataba la muestra.

En la sala Mae West original lo elevado del punto de vista de la pintura obliga a que los visitantes de la instalación de Figueres asciendan por una escalera hasta alcanzar la altura correcta de observación. Ésta fue la segunda ocasión en que la Fundación Gala dio la conformidad a la reinterpretación de la Sala (la primera fue con ocasión de la exposición del Palazzo Reale de Milán). Como la Fundación exigía una interpretación, no una reproducción fidedigna (hay que tener en cuenta que la sala Mae West es la más popular entre los visitantes del Teatro-Museo), pensé que una alternativa muy sugestiva sería no tener que subir una escalera para alcanzar el punto de vista idóneo sino que, instalando una cámara en el mismo y una gran pantalla frente al sofá, los visitantes podrían verse a sí mismos sentados en la boca de Mae West. El montaje del Centre Pompidou mejoraba sin duda el realizado en Milán, corregimos pequeños defectos y era más espectacular y fiel a la pintura original. La ayuda del excelente departamento de imagen del Centre nos permitió una imagen retroproyectada de suelo a techo de una calidad extraordinaria. La instalación tuvo tal éxito (todos los visitantes retratándose con el móvil sentados en los labios de Mae West) que se tuvo que introducir un estricto control de entrada. Dalí hubiese estado encantado.