Gané el concurso (en el que participó nada menos que Frank Gehry) de una de las follies composées que Bernard Tshumi había previsto en su parque. Bernard pretendía que se entablase un diálogo entre su arquitectura –roja, cúbica y metálica– y la del arquitecto invitado. Las bases del concurso aclaraban que se pretendía una integración por contraste, prohibiendo igualar alturas o colores rojizos. Propuse una intervención serena, ortogonal, de un solo material y monocroma. En el exterior aparecía solamente el albino mármol Macael y el grisáceo zinc. Tres volúmenes pétreos estaban conectados por dos invernaderos intermedios, que permitían el paso a través para conectar con los jardines de poniente. La geometría de las puertas monumentales y de la planta  homenajeaba conscientemente a Boullée y a Ledoux. 

El detalladísimo briefing preveía ubicar tres restaurantes de los que se especificaba incluso el tipo de cocina. Como todas las previsiones de marketing, ésta se demostró totalmente equivocada: ningún restaurador se interesó en aquel emplazamiento, la obra permaneció sin uso varios años y se transformó (sin nuestra intervención) en salas de exposiciones y hoy está totalmente desfigurada.