Silencio
Lluís Clotet. Arquitecto. Barcelona, 1941
En junio de 1965 Oscar y yo nos presentamos a un examen de repesca de una asignatura que nadie había conseguido que nos interesara lo más mínimo. Era un examen escrito sobre Arquitectura Legal. Situados en el fondo del aula, en dos mesas separadas pero contiguas, y con unos apuntes que cada uno había conseguido prestados el día anterior, íbamos dispuestos a vender caro nuestro suspenso. Íbamos dispuestos a copiar como locos. El catedrático dictó los temas a desarrollar, que me parecieron incomprensibles y muchos. Se hizo un silencio absoluto. Nos miramos y comprendimos que no teníamos tanta habilidad para copiar tanto en tan poco tiempo. Supongo que con un escueto gesto acordamos que uno copiaría la primera mitad del temario y el otro la segunda. Y tomada esta decisión, todo lo demás era pura lógica, todo estaba ya decidido y era inevitable. (Léase a Stevenson y Chesterton). / Yo copiaba con dificultad de los apuntes prestados y mi copia la pasaba, cuando podía, a Oscar, que hacía exactamente lo simétrico. / Copiar de las cuartillas del otro, mezcladas encima de la mesa con las propias, era fácil y compatible con la tarea más lenta y arriesgada de continuar copiando de los apuntes prestados, extraños y escondidos debajo de la mesa. / La actividad era febril y cuando alguno de los profesores se acercaba a nuestra zona, colocábamos los papeles del otro debajo de los propios y nos copiábamos a nosotros mismos para evitar disminuir sospechosamente el ritmo de la escritura. Después, estas copias de copias de copias de los apuntes prestados, se tachaban concienzudamente para no dejar rastro de tanta manipulación. / El gasto de papel fue tan grande que cuando faltaba poco para terminar el examen me levanté a buscar más cuartillas a la mesa de los profesores. Al girarme vi a Oscar que continuaba escribiendo como un poseso y vi también con espanto que nuestros apuntes prestados asomaban de una manera escandalosa por la repisa sin fondo donde los habíamos ingenuamente escondido. Comprendí avergonzado que todos aquellos profesores altivos y mediocres habían presenciado y consentido, desde el inicio, toda aquella farsa. Cuando llegué a mi mesa le di a Oscar la mitad de las cuartillas y continuamos haciendo dignamente lo que habíamos inventado. / Después y durante muchos años compartimos una mesa de metro y medio por metro y medio. De vez en cuando, mientras trabajábamos uno frente al otro, una luz lejana nos acallaba las voces, las palabras, y aparecía otra vez aquel silencio, y aquel intercambio veloz de cuartillas, ahora llenas de dibujos, que buscaban alocadamente entender y mostrar lo que habíamos intuido. Seguramente todo era breve, pero la intensidad nos dejaba exhaustos, felices y escépticos como nos dejó aquel examen de Arquitectura Legal.
Lluís y Oscar en el estudio de la calle Caspe, 1970