Modestia
Quim Larrea. Teórico del diseño. Córdoba, 1957
He de confesar que en un principio decidí argumentar la voz “humildad”, pero tras pensarlo detenidamente, me pareció inapropiada, la trueco por “modestia”. / Todos tenemos un pasado que provee nuestra memoria. Mientras escribo estas líneas me viene a la mente el Padre Cortés, un jesuita, que pasó la mayor parte de su vida en la India y que la orden había convenientemente trasladado —jubilado— a Barcelona; Cortés era el responsable de gramática de aquel grupito de imberbes que sólo pensábamos en jugar a fútbol y en que hicieran las clases mixtas. / Entre las muchas intentonas que hizo aquel curita para enseñarme algo, hubo una que me caló profundamente; mientras corregíamos una redacción al alimón y se me dirigió con voz atonada: “Larrea, evite los superlativos, ¿no ve que son inmodestos?”. La impresión fue tan fulminante que desde entonces los “-ísimos”, no han vuelto a aparecer en mis escritos. / Tardé cierto tiempo en descifrar el enigma que me proponía el padre. ¿Qué tendría que ver el uso de los superlativos con la modestia? Con el tiempo llegué a esta conclusión que, por supuesto, jamás contrasté con el viejo profesor: Si un adjetivo calificativo lo convertimos en superlativo, estamos haciendo una valoración extraordinaria del sujeto, nos transformamos en improvisados jueces que advertimos esa posición de magnificencia, nos distanciamos del resto de los mortales, a los cuales les comunicamos nuestro estupendo descubrimiento y, por consiguiente, les transmitimos nuestra privilegiada posición. / He ahí la inmodestia que me atribuía el anciano jesuita. / Pero hablemos de la modestia. / Pongamos que alguien ha proyectado miles y miles de metros cuadrados, creado un universo objetual propio tras diseñar decenas de piezas de todo tipo y ha publicado algunos libros que, casualmente, hablan de sí mismo, que ha constituido una Fundación con su propio nombre (completo). Este personaje vive en la casa que él mismo se ha proyectado, que también es lugar de trabajo, rodeado de los cuadros que pinta y atesora, comiendo los deliciosos platos que su señora maravillosamente prepara, acompañado de las amenidades que le apetece y de dos perrazos que ha seleccionado cuidadosamente. / Ante este entorno, ¿se puede hablar de modestia? / Personalmente creo que sí, pues la modestia es la “virtud que modera, templa y regla las acciones externas, conteniendo al hombre en los límites de su estado, según lo conveniente a él”, nada más certero en este caso; estamos ante un personaje modesto.
P.S.: ¡Ah!, comentaba al inicio de este texto que desestimé hablar de la humildad, pero he de reconocer que me gusta contradecirme: Oscar sólo es humilde cuando aprende.
Con Quim Larrea en el estudio OTB. 2001