Mago
Salvador Pániker. Filósofo y escritor. Barcelona, 1927
Oscar Tusquets, lo mismo que Sócrates, y que algunos otros privilegiados, va siempre acompañado de un daimon, que en su caso es un mago, o séase, un “genio” que lleva una varita para transmutar la realidad mostrenca en formas bellas y propias, cargadas de imaginación e historia. Este daimon/mago es, ante todo, inventarse unos muy precisos y preciosos cubiertos de pescado rematados en forma de ídem; alguien que da siempre la impresión de construir lo que mejor se le acomoda, al amparo de una fértil porosidad perceptiva, combinando la disciplina con el placer. / Oscar Tusquets es persona muy viajada que ha visto mucha cultura, mucho mundo, muchas casas, muchas cosas. Y su mago lo capta todo con extraordinaria competencia y rapidez, para luego adaptarlo a su gusto. Es un mago que está embebido en todo lo bueno y bello que ha producido la raza humana a lo largo y ancho de su historia y de su geografía. Es un mago que desparrama su sensibilidad estética sin perder su identidad personal. ¿Postmodernismo? La etiqueta importa poco. El mago cambia mucho de lenguaje. El mago es un recreador poderoso de cuanto le estimula. Jardines de la Alhambra, casa déco medio romana, surrealismo daliniano: todo cabe en un estallido controlado de gozosa libertad. El mago reinventa la cultura desde su sensibilidad más irreducible, asumiendo la tradición, a menudo la tradición catalana y mediterránea, mezclando el “seny” y la “rauxa”, el surrealismo y la geometría. / Así al menos es como lo veo yo. Le veo —a Oscar Tusquets— como un animal poderoso, vital y extravertido, capaz de extasiarse ante los objetos bellos y vomitar ante los feos; como un hombre de mirada zorruna y aire burlón, poseído por una escéptica joie de vivre. Lo dicho: un mago. Un mago muy peculiar.