Burgués
Ingo Maurer. Diseñador. Reichenau, Alemania, 1932
Uno de los aspectos más interesantes de mi trabajo es que colaboro con distintos arquitectos. Recurren a nosotros (aunque a menudo es demasiado tarde, porque la instalación eléctrica ya está hecha) para que les ayudemos a introducir la cuarta dimensión en su trabajo, a conseguir que su obra sea visible. / No recuerdo exactamente cuándo conocí a Oscar Tusquets. Debió de ser hace unos quince años, en algún lugar de Milán. Sí, ya me acuerdo: en la tienda de Maddalena, De Padova (“la prima donna del mobile”). Me impresionó su elegancia. El siguiente encuentro fue en Driade, también en Milán. Se me acercó y me comentó: “Ingo, he leído tu texto sobre Achille Castiglioni”. En ese artículo yo había alabado el hecho de que Castiglioni viviera y trabajara en Milán, una ciudad que me parece muy burguesa, y sin embargo no pudiera encontrarse el más mínimo rastro de una actitud burguesa en su obra. Oscar me dijo: “He leído tu texto y quiero decirte que nos encanta ser burgueses”. Para mí, ser burgués supone, entre otras muchas cosas, colocarse un disfraz, un disfraz que está relacionado con el fingimiento. Y lo que no me gusta es la simulación. Por supuesto, puede debatirse mucho sobre el tema: si evitar el fingimiento es también fingir, del mismo modo que quien asegura que no es presuntuoso lo es en cierto modo./ He observado en mis amigos diseñadores/arquitectos que entre su obra y sus gustos suele haber diferencias. ¿Es eso ser esquizofrénico? Hacen una cosa, pero les encanta lo contrario. / Hace poco he visto una fotografía de Oscar Tusquets de hace unos 25 años. Me quedé pasmado: tenía el aire de un revolucionario. Ojalá le hubiera conocido entonces para comprender cuándo, cómo y porqué cambió de piel. ¿Fue algo repentino? ¿Fue un proceso largo? ¿Es un hombre sometido a ciertas influencias? ¿De qué tipo? ¿Su ciudad, su mujer, el dinero? Es interesante, pero la verdad es que no importa. Lo importante es que nos ha dado y nos da mucho. / Sí, le admiro, y reconozco que le envidio por determinadas cosas, aunque tampoco es que me apetezca ser como él. Es todo un resultado, todo un reflejo de su ciudad. Oscar es totalmente catalán, y sobre todo totalmente barcelonés, y Barcelona es una ciudad que me fascina. Es un hombre muy auténtico. Sólo he trabajado con otro arquitecto que esté tan estrechamente conectado con su ciudad y sea, por consiguiente, resultado de ella: es Borek Sípek, que vive y trabaja en Praga. / Oscar tiene una personalidad fulgurante. Es un hombre inquieto, atento en las conversaciones. Le considero un elemento líquido, de mente fértil y nunca estático. Sus ojos te observan afectuosamente, con atención y presencia, cuando habla. Una visita a su casa/estudio es siempre un verdadero placer, algo muy especial. En realidad es más un palazzo que una casa. Sólo unas pocas cosas están desordenadas al azar. La cultura y la conciencia, en cualquier rincón, un síntoma de su curiosidad. Es un hombre abierto y cerrado al mismo tiempo./ Trabajar con él es fantástico, como una relación espiritual. La cantidad de trabajo que ha hecho es muy impresionante. Desde luego, Oscar, como la mayoría de los arquitectos, está dominado por la compulsión. Sin embargo, la compulsión no es la raíz de su elegancia. Y Oscar es elegante y sigue la moda. / Tras todas esas virtudes, veo y siento al ser humano de esa fotografía que mencionaba. Los pocos buenos amigos barceloneses que tengo confirman mis intuiciones. Muchos de los objetos que ha diseñado muestran ternura y una gran sensibilidad. ¡Y así es él! / Tras todo hombre fuerte y próspero hay una mujer fuerte, según dicen. Sin embargo, en el caso de Oscar tengo la impresión de que, como he dicho, es un ser humano totalmente auténtico, alguien que ha aportado mucho a nuestro tiempo por derecho propio. / ¿Un burgués redomado? Tengo mis dudas.
Con Ingo Maurer en la Casa del Laberinto.