Achille Castiglioni.

Milán, Diciembre 1995

Texto para el catálogo de la exposición Achille Castiglioni.

 

Querido y venerado Maestro:

Que Milán organice una magna exposición sobre tu obra no es más que el más elemental reconocimiento de un colectivo de proyectistas que hemos padecido tu influencia magistral como quizás ningún otro grupo en el mundo. (Habrás comprobado que empleo el término proyectistas, que sé que te gusta, en vez de designers, que sé que te enerva).

En lo que a mí se refiere, a lo largo de mi vida no he conseguido comenzar el proyecto de un sillón sin pensar en el Sanluca, ni una lámpara de techo sin tener en cuenta la Frisbi, ni una de pie sin recordar la estupefacción que me produjo la Toio...e cosí via...

En concreto los arquitectos barceloneses de mi generación nos formamos bajo la poderosa fascinación de aquella pléyade irrepetible de maestros italianos, de Rogers a Gardella, de Albini a Scarpa y de Magistretti a ti y tus hermanos. En una de mis primeras peregrinaciones a Milán, viajando como estudiante en tienda de campaña y en destartalado 2CV, dejé a buen resguardo unos preciados miles de liras para poder ir a cenar a la Splügenbrau, hoy penosamente desaparecida. Recuerdo, como si fuese ahora, la emoción de aquella cena; nunca olvidaré aquel espacio ni cómo lo iluminaste y amueblaste... ni que fue la primera vez que probaba unos spaghetti alla carbonara.