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“Se puede ser un viejo verde y además un genio, como Nabokov” (lee aquí la entrevista para El País)

Los acrónimos2009

Odio la invasión de acrónimos. Me niego sistemáticamente a utilizarlos. Me parecen fruto de la más hortera influencia yanqui. Cuando enseñé en una universidad norteamericana todos los alumnos se llamaban por las iniciales de nombre y apellido (siempre me negué a esta perezosa indelicadeza; siempre dispuse de tiempo para utilizar su nombre completo), en mucho de su cine oímos lo mismo y como la mayoría de inventos vienen de allí nuestros ordenadores y televisores están repletos de misteriosos adelantos: ADSL, TDT, DWD, USB… Solamente hay una notable excepción: el mouse, o ratón; un nombre ingenioso que tiene algo que ver con el invento. Además, los acrónimos se pronuncian de manera arbitraria; podemos intentar pronunciar MNAC pero para CCCB no queda otro remedio que deletrear Cececebé. Lo mismo sucede en inglés; pronunciamos Moma, pero para UCLA debemos pronunciar Yusieley. Y, para colmo, aunque las iniciales de las palabras coincidan, su orden no lo hace, y NATO se convierte en OTAN y AIDS en SIDA. Recurrir a acrónimos demuestra la más absoluta falta de imaginación para crear palabras ante nuevas realidades. No es de extrañar que sean los organismos públicos –que no se caracterizan por un derroche de imaginación– los que primero se han acogido a esta atormentante horterada de importación.   

Inventar no es fácil, pero si no se atreven, recurran a nombres tradicionales. Pensemos en centros de arte: el CCCB podría llamarse Centre de la Caritat; el MNAC, Museu de Monjtuic; el CARS, Reina o Sofidú … Sé que los políticos se ponen calientes con el rimbombante Museu Nacional d’Art de Catalunya, pero al Museo Real de Arte Español lo llamamos el Prado; al francés, el Louvre; al inglés la Nacional; al norteamericano, el Metropolitan…

Si no se les ocurre nada, recurran a la tradición. Algunos personajes cervantinos eran bachilleres, habían estudiado un bachillerato, seguramente con asignaturas muy diferentes de las que estudiamos nosotros, pero tres siglos y medio más tarde, el título, (tan parecido al francés) aún lo conservábamos. Pero nuestros hijos no; nuestros hijos ya no son bachilleres, son titulados de EGB, o de BUP, o de COU, o de ¡ESO! o de lo que al ministro/a de turno – ministro/a de educación para más escarnio (no digo inri por ser un acrónimo, aunque cargado de historia)- se le haya ocurrido para dejar huella de su pezuña.  

No hay duda de que si el lápiz se acabase de inventar se llamaría Udecmdg (o sea, utensilio de escritura con mina de grafito).

 

Arquitecto por formación, diseñador por adaptación, pintor por vocación y escritor por deseo de ganar amigos, Oscar Tusquets Blanca es el prototipo del artista integral que la especialización del mundo moderno ha llevado progresivamente a la extinción.
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