Eshop

Oscar will give a Product Design Workshop in July 2025. Find out more here.

Oscar is working on a new, light and economical chair, for BD Barcelona Design

“You can be a dirty old man and also a genius, like Nabokov” (read the interview for El País here)

La Nueva Cocina2009

Hace poco el editor Jorge Herralde me pidió una introducción para la reedición de La palabra pintada de Tom Wolfe. Al releer el libro pasados treinta años me he dado cuenta de que los vicios que Wolfe achacaba a la pintura de vanguardia de entonces – que más importante que la propia pintura era la teoría que la sustentaba- han infectado otra disciplina: la alta cocina. Hoy podemos hablar con propiedad de la palabra cocinada.

Sé de sobras que esta cocina de vanguardia goza hoy de un prestigio incontestable, acude a los foros artísticos más renombrados y es valorado patrimonio de nuestro país (por lo que voy a ser tratado de antipatriota, cosa que soy) pero a los pocos -no precisamente anclados en la cuina de l’àvia- que vamos al restaurante más a disfrutar que a tomar lección esto nos comienza a resultar algo atormentante.    

Entre otras cuestiones, nos parece agobiante degustar 40 miniplatos (no exagero) con una compleja composición de sabores en cada uno. Existe una limitación humana que se llama umbral de percepción. Si me parece recomendable disfrutar de no más de cuatro obras en la visita a un museo, imagínense como está mi capacidad de percepción al décimo miniplato.

Nos parece discutible la sorpresa como único valor artístico. Que un producto se presente con una apariencia o una textura totalmente distinta a la original es sorpresivo pero si esta apariencia o textura no supera la original se queda en esto: en una ocurrencia que deja de divertir si se repite machaconamente. La bóveda de la Sixtina sorprendió pero no fue éste su único valor, y Vermeer… ni siquiera esto.

Nos parece absurdo que no se tenga en cuenta que ciertos manjares precisan de un mínimo de cantidad para ser disfrutados. Una pequeña porción de foie o de caviar puede convencernos (aunque nos quedemos con las ganas de repetir) pero que unos pocos granos de arroz con una picada inyectada con una jeringuilla directamente en la boca nos den la idea del placer de una paella, es dudoso. 

Por último (porque no tengo más espacio), nos resulta humillante lo pretencioso de todo ello; el uso de términos filosóficos (como deconstrucción) y que no podamos mantener una mínima conversación en la mesa porque de continuo el camarero la interrumpe para  aleccionarnos sobre el concepto de lo que vamos a engullir y sobre cómo debemos hacerlo.