Según la Guardia Urbana 80 mil, según los organizadores más de 400 mil. Vamos a dejar de lado la supuesta mala fe de los servidores de Ada Colau, aunque resulte muy sospechoso que, a pesar de que un helicóptero no dejo de sobrevolar el evento, como en todas las manifestaciones constitucionalistas anteriores nos hayan censurado toda fotografía cenital que, evidentemente, tienen que haber sido utilizadas para el cálculo de manifestantes. Como, a diferencia de los independentistas, no queremos caer en el vicio de pensar siempre mal, aceptemos que a nuestra Guardia Urbana la buena fe se le supone. Pero, me pregunto ¿qué área se consideró que abarcaba la manifestación? ¿Exclusivamente el Passeig de Gràcia? Si fuese así, estando atestado desde la Diagonal hasta la Gran Vía, 80 mil personas me parecen pocas. Pero esta no es la cuestión.
Habiendo quedado con unos amigos frente a La Pedrera, la multitud nos agobió de tal forma que, como muchos otros y tomando a nuestro teckel en brazos, tuvimos que desplazarnos hacia la Rambla Catalunya. No solo el Passeig estaba abarrotado, también lo estaban, hasta media manzana, todas las calles que lo atraviesan. La Rambla Catalunya estaba llena de manifestantes, pero se podía circular por ella. La mayoría bajábamos hacia la Gran Via pero muchos paseaban tranquilamente a la inversa. Comprendemos que esta multitud anárquica de “manifestantes” es muy difícil de cuantificar, sobre todo bajos lo plátanos de sombra que aún no han perdido el follaje. En la Gran Via el desorden era parecido, algunos se arremolinaban en la parte trasera del estrado, otros iban paseando displicentemente hacia la plaza de Catalunya…
No nos engañemos: los independentistas lo hacen mucho mejor. Son mucho más obedientes, mucho más organizados. Escogen lugares diáfanos, como la Meridiana. Tienen asignados los lugares que deben ocupar, a los que acuden disciplinadamente y de allí no se mueven. Juegan al balonvolea, cantan sus consignas patrióticas y esperan pacientemente a escuchar los sólitos discursos. Después, unos pocos, es verdad, se dedican a incendiar la ciudad.
(Publicado en La Vanguardia tras la manifestación constitucionalista del octubre de 2019)
No sé si deberíamos intentar aprender de ellos. Me temo que siempre saldemos trasquilados, en esta competición nos ganarán por goleada. A mí no me parece mal el tipo de manifestación que estamos inventando. Ir a pasarlo bien una mañana de domingo, constatar que hay muchísimos que piensan como tú, abrazar a amigos que no veías hace años, no atender a los discursos, parar en una terraza (de las aún no prohibidas por nuestra alcaldesa) a tomar unas cañas, un aperitivo o una comida más formal. En las Ramblas, en el Zurich, en la Rambla Catalunya, en las travesías horizontales cercanas al centro, en la Diagonal…
Naturalmente, allí no se nos puede cuantificar, pero nos sentimos acompañados por gente muy diversa, pero cercanos en lo esencial. Por esto vamos, porque, aunque no lleven una bandera de Catalunya, de España, o de la Unión Europea, en una asta o atada al cuello, se les nota el buen rollo. Nos sentimos acompañados y nos parece que somos muchos, que estamos demostrando, o al menos demostrándonos, que somos muchísimos. Aunque aparezcamos tan poco en los medios (nunca en la televisión pagada por todos nosotros) y seamos tan poco reconocidos premiados y subvencionados, existimos. Por esto, aunque compartimos la aversión a las multitudes y a las proclamas patrióticas por las que muchos amigos constitucionalistas rehúsan acudir, nosotros sí lo hacemos.
Como cualquier obra en estado embrionario, ésta hay que pulirla, necesita algo de diseño. Si no hay manera de disciplinarnos ni de que obedezcamos fielmente consignas organizativas, difícilmente lograremos imágenes dignas de ser filmadas por Leni Riefenstahl. Lo nuestro es más aleatorio, de geometría menos euclidiana, más fractal. Por lo tanto, es difícil definirle un centro, proyectar una dirección y un sentido de marcha, situar un estrado, que los portavoces se dejen ver y se hagan oír por la multitud, que los políticos ocupen un lugar preferente… No sé, deberíamos echarle imaginación, quizás nuestra referencia, más que la consabida manifestación de protesta, debería ser la Feria de Abril. Allí sí se consigue saber, más o menos, cuánta gente acude.
(Publicado en La Vanguardia tras la manifestación constitucionalista de octubre de 2019)