Un buen día aparecieron en mi estudio Adelaide y Enrico Astori para proponerme que diseñase algo para Driade, prestigiosísima productora milanesa de la que ellos eran los propietarios y el alma. Les gustaba mucho mi trabajo y si no me habían contactado antes era por el temor de que yo proyectase en exclusiva para BD.

Como les gustaba mucho la Metalástica –lamentaban no poderla producir ellos– me encargaron otra silla de exterior. El éxito fulgurante de mi primera silla, la Varius, motivó que todas las productoras me encargasen otras sillas. Yo quería diseñar teléfonos, televisores, o instrumentos quirúrgicos… pero me encargaban sillas. Era como el actor que, habiendo triunfado interpretando a un gangster, no puede huir del papel.

Además, pretendía no repetirme y proyectar cada vez una silla diferente. En este caso, quise aprovechar el interés de Driade por producir en Oriente, concretamente en Filipinas, para pensar un asiento en mimbre. El mimbre es un material delicioso pero bajo la lluvia y el sol acaba degradándose. Por ello, el notable éxito de la Abanica fue como silla de interior. ¡Ah, y también se apilaba!

(Fuera de producción)