




El desafío fue diseñar un silloncito ligero, de poca altura, en madera y cuero. En un inicio, iba por otro camino, pero, tras varias maquetas, prototipos y cambios de impresiones con el equipo de diseño de BD, el diseño se fue acercando inevitablemente a la silla Gaulino que diseñé casi treinta años antes. No lo preveíamos así, pero la ergonomía y coherencia estética de la pieza nos fue llevado a una solución tan cercana a la Gaulino, tan heredera de Gaudí y Molino, que decidimos conservar el nombre.