Durante años, trabajé con Industrias Figueras (una de las productoras de asientos para salas de espectáculos más potente del mundo) en el diseño de una bancada de calidad para salas de espera.

Desde un inicio, me preocupó conseguir una microarquitectura que ofreciese refugio e iluminación individual en los enormes espacios despersonalizados de aeropuertos y estaciones (un croquis de 1988 así lo atestigua). Naturalmente, lo novedoso de la idea –que más tarde fue recomendada por el “Maestro” Vico Magistretti para el aeropuerto de Londres– provocó sucesivos retrasos, pero al final la vi completa.

Aunque el punto de partida del proyecto, lo que lo diferenciaba de otros buenísimos existentes en el mercado, fue la intención de crear un espacio protegido y privado, estudié versiones más económicas sin techo.

En cuanto al asiento, tras diversas tentativas, acordamos que la solución que ofrecía más confort era, sin duda, la de una membrana tensada entre dos soportes laterales. Una aportación interesante es que la unión entre el perfil curvado del asiento y las barras horizontales permite tensar la membrana sin recurrir a ningún útil externo. Decidida esta solución, me resultó imposible olvidarme de la magnífica bancada de Charles Eames. La forma final hacía clara alusión a este glorioso precedente, por esto le di el nombre de “Carlitos”.