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¡Qué bien huele un habano mientras se fuma (y no sólo porque esté prohibido), pero cómo apesta cuando se apaga!
En esto se basó el diseño del Habana. Sin duda el mejor cenicero de puros habanos de la historia. Antes de comenzar el rito tenemos un bello estuche de cristal en la mesa del salón. Cuando lo abrimos aparecen dos ceniceros idénticos de uso individual. Mientras fumamos nuestro Montecristo de tamaño A, vamos depositando la ceniza en el largo receptáculo. Cuando terminamos, superponemos los dos ceniceros de forma que queda una urna con las cenizas y las colillas herméticamente confinadas.
Trataba de hacer feliz al fumador y evitar molestias a los que no lo eran.
In illo tempore un conocido restaurante con varias estrellas compró una colección de Habanas para el disfrute de sus distinguidos comensales, pero tuvo que retirarlos tras varias delictivas sustracciones ¡Cómo son los ricos!