











Venezia
Silvia Farriol
Piero Castiglioni
Exposición antológica.
A Dalí le hubiese encantado ver su obra expuesta en un clásico Palazzo veneciano, frente al Canal Grande, lugar que tanto admiraba y que tantos recuerdos le traía. Por este motivo el montaje respetó al máximo la arquitectura del edificio. Casi no cegamos ninguna ventana: ventanas por las que se veía el Campo y el Canal.
A Dalí le hubiese satisfecho la atención que la comisaría, Dawn Ades, prestó a su época menos valorada por la crítica progresista: la época postsurrealista (aunque él defendiese que no había abandonado nunca el surrealismo: Le surrealisme c’est moi). Por este motivo creamos un recorrido aproximadamente cronológico pero en sentido inverso, comenzando por su última tela y terminando en la infancia. Además, con este recurso conseguimos que las obras de gran tamaño (La Madonna de Port Lligat. La estación de Perpignan…) se expusiesen en los amplios salones del piano nobile mientras las pequeñas pinturas del inicio del surrealismo lo hacían en las habitaciones de la planta superior. A Dalí le tenía que interesar esta insólita lectura inversa, este análisis psicoanalítico de su compleja personalidad.
Dalí, sin duda, me hubiese animado a que en el cortile, el centro neurálgico de la muestra, realizase una interpretación volumétrica de uno de los cuadros expuestos. Ya lo hicimos en su momento con el rostro de Mae West, y la experiencia fue apasionante, nos divertimos muchísimo y creamos una de las salas más populares de su museo de Figueres. Por diversos motivos no nos podíamos apoyar en el pavimento del cortile, nuestra escultura debía estar suspendida en el aire, y ¿qué más daliniano que hacer volar una enorme granada, un boquiabierto pez y dos fierísimos tigres por encima de los indefensos visitantes?