Esta fuente de 24 metros de altura no es una obra de Salvador Dalí, es un monumento a su persona. Por lo tanto, pretende aludir a su obra.

Traspasar a obra tridimensional y a escala monumental una pintura de Dalí es una operación nada fácil y muchas veces ha terminado rozando el kitsch.

En esta obra no pretendí la reproducción directamente mimética de un determinado cuadro, sino la interpretación creativa de una de las obsesiones de la obra daliniana.

Su obsesión por los cipreses, por cipreses imposibles. Obsesión que ha dado lugar a multitud de cuadros del Maestro, y a una obra corpórea: el ciprés que nace de una barca, cerca de la entrada de su casa en Port Lligat. Ciprés imposible, propiamente surrealista, como aquel del que sale un blanco corcel, o una extraña trompeta, o aquel que nace de un piano de cola, o del que mana una fuente..., todos ellos imaginados y pintados por Salvador.

Un ciprés del que naciese agua, agua que se derramase sobre un estanque de pizarra de Cadaqués que lo rodeaba.

Un ciprés lo suficiente realista para que, desde la distancia, nos confundiese por su escala ¿se trataba de un ciprés real?

En un principio pensé en levantar el mayor ciprés del mundo (lo que hubiese encantado al Maestro) superponiendo cuatro pisos de cipreses reales. La idea me encantaba y, por haber visto plantaciones -en el mismo Empordà- donde los cipreses se tocaban uno al otro, me parecía realizable. Sin embargo la Fundación Gala Dalí -la promotora del proyecto- objetó que la conservación de esta torre vegetal iba a resultar prohibitiva y que no podíamos confiar en que el Ayuntamiento la asumiese. Me vi obligado a buscar una alternativa y la mejor que encontré era formar una escultura con lamas de acero inoxidable de color verde cuya conservación parecía garantizada.