L´Architettura come profesionalitá critica.
Facoltà di Architettura, Firenze 1996
En el conjunto de aportaciones teorico-filosóficas, socio-politicas y histórico-críticas mi modesta contribución personal creo que se debe centrar en lo que me caracteriza; esto es, mis treinta años de ejercicio profesional ininterrumpido ejercido sin especialización alguna ya que, como se verá, he incidido en las mas diversas actividades ligadas a la proyectación arquitectónica.
Mis estudios en la Escuela de Arquitectura de Barcelona se desarrollaron entre los años 1959 y 1965.
Lo que allí me enseñaron tenía poco que ver con el mundo de la edificación de aquella época pero en todo caso intentaba prepararnos para una profesión absolutamente distinta de la que es posible desarrollar en estos días.
En la época de mis estudios universitarios el arquitecto de prestigio era un personaje de mundo, de cultura bastante universal, que poseía un grupo de clientes, fiel, a los que podía influir, convencer y proponer, no sólo opciones formales, sino verdaderas alternativas en el propio programa del encargo.
El cliente, en Cataluña y en aquellos años de franquismo, era absolutamente privado; los encargos públicos no tenían ninguna posibilidad de caer en manos de un arquitecto interesante. José Antonio Coderch, el arquitecto mas brillante de la España de posguerra, no tuvo prácticamente un sólo encargo público hasta que, ya anciano, proyectó la ampliación de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Los únicos encargos que los arquitectos poco simpatizantes del régimen podíamos recibir eran viviendas, colectivas o individuales. Sin embargo a partir de 1975 la democracia Española permite una época dorada de encargos públicos, tanto para arquitectos españoles como para figuras de la escena internacional. Basta pensar en los arquitectos italianos que han podido desarrollar obras de gran responsabilidad en nuestro país: Gregotti, Gae Aulenti, Rossi, Giorgo Grassi... y también arquitectos de otras procedencias: Meyer, Sisa, Pey... todo ello sin la obstrucción de los profesionales españoles y con mucha comprensión por parte de los políticos, hasta el extremo que, en muchas ocasiones, parece que estas "estrellas" han difrutado de unas reglas de juego mucho mas laxas de las que se nos imponen a los arquitectos del país. Es muy significativo que tres de los arquitectos mas caros de la actualidad estén desarrollando una parte importante de su trabajo en España: Frank Gehry, Calatrava y Norman Foster.
Sin embargo la euforia de estos últimos años en España no deben llevarnos a engaño sobre la evolución general de nuestra profesión. El "giusto mezzo" del que habla vuestra declaración de intenciones me parece cada día mas difícil de llevar a la práctica, a pesar de que, personalmente, me haya empeñado en no renunciar a este objetivo.
Las razones que justifican mi escepticismo son:
1- Los encargos públicos interesantes están en franca recesión. Este no es solo el caso de España sino también el de Alemania y el de Japón que se muestran cada vez mas endogamicos y conformistas.
2- La responsabilidades legales y administrativas dificultan cada vez mas el desarrollo individual de la profesión.
3- Las normativas acotan, cada vez mas, la libertad del proyectista. Por ejemplo, las escaleras, como experiencia espacial, están en trance de desaparición.
4- Los países mas avanzados son los mas reticentes a asumir el mas mínimo riesgo.
En estas circunstancias ¿cómo se ha desarrollado mi actividad de arquitecto a lo largo de treinta años? ¿Cuales han sido mis clientes? ¿Que actividad crítica o que alternativas he podido, o sabido, introducir?
Estas son las preguntas que intentaré responder, con la ayuda de la proyección de diapositivas, en los próximos minutos.